Testigo de una historia en España

Adolfo Suárez

Adolfo Suárez

La alegría en medio de la tristeza, el honor, el orgullo de pasar a la historia y dejar un recuerdo, un ejemplo de valor, de amor por su país renunciando a los intereses personales.

Cuenta la prensa española, que era un hombre al que no se le conocía una ideología particular de izquierda o de derecha, y que tuvo la capacidad y la luz para llevar a un país de la dictadura a la democracia, sin excluir a ninguno de los miembros de su entorno, con mente abierta para dialogar y negociar la paz con todos los actores de la sociedad de su tiempo.

Gracias a su gran  labor se abrió la puerta para renovar el apoyo a la cultura, con un ministerio que instauró en el mismo lugar en que se había implantado antes la censura.  Regresaron entonces a su España natal poetas, artistas y personas que se encontraban en el exilio por causa de la dictadura.

Cuentan algunos que tuvo una actitud de dignidad, no alineándose a ningunos intereses concretos, actitud que después le costaría resultar incómodo para algunos de los grandes poderes del mundo.

Cuando ocurrió el golpe militar el 23 de febrero de 1981 tuvo un gesto de valentía propio de un hombre comprometido con su posición histórica, se quedó sentado mientras todos corrían, con el pecho al frente y la cara arriba, una vez pasó este lamentable hecho, le preguntó la prensa acerca de su actitud y él respondió que él era el presidente y como tal sentía que debía quedarse allí dando la cara; sobrepasando cualquier interés personal renunció a la presidencia de España por el bien de la democracia.

Como latinoamericana en tierras lejanas, al ver a un país entero rendido y lleno de emoción ante un hombre, país que tiene muchas diferencias en sus posturas políticas y sociales como ocurre en todo el mundo, pero que dicho hombre tuvo la fe y la energía para promover un cambio y lo logró, me hace pensar que en América Latina y en el mundo hacen falta más «Adolfos Suárez», personas decentes, comprometidas, libres de ataduras, que no se venden porque es más importante el sentido del deber cuando se tiene la posibilidad de ejercer algún poder en beneficio de su comunidad.

El pueblo grita: “Aprendan de su ejemplo”, “presidente honrado”, da gusto presenciar un funeral  que permite ver el legado constructivo de un hombre para sus semejantes. Un hombre que tenía todo en contra, superando sus propias tragedias personales.

Una lección de que la paz es posible por difícil que parezca cuando los actores del conflicto aparcan los odios y entienden que la única manera de conseguirla es comenzando desde cero.

Eugenia Castaño Bohórquez

 

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